Diosas

diosas

Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cama donde te deseo.
Gioconda Belli

 

Imagina…
Un cuerpo dorado resbalando entre cuerpos,
deseos de un día sin lazos ni conexiones
surgidos de la nada para idolatrarte.

No preguntes:
por esa mano suave que acaricia tu piel
a través del hemisferio sublime y pagano;
por esos dientes imprevisibles
capaces de morder tu carne luminosa.

No habrá lugar donde la compasión sea torpe.

Resurgen las Diosas de entre lo umbrío
y envainan el olvido en sus pisadas;
la senda eres tú, y, no hay dilación aconsejable.

Tanto llanto malgastado en alargar el brazal
compone un regreso mientras la luna brilla.

Labios y manos,
como un brebaje, recorren tu geografía,
deleitándose en apagar tu sed.

Arcilla lírica que te moldea en calidez.

Sólo existe una forma de ver la realidad:
has de reconocer que somos Diosas,
guerrilleras de los sueños insensibles.

Dicen que se oyen nuestras voces, allá,
lejanas, más allá de lo remoto.