LILAS DE NOVIEMBRE
A lo largo de la vida vamos acumulando tesoros:
grandes, pesados, incomprensiblemente inútiles;
lastre para nuestros hombros, quizá estorbos.
En ocasiones pequeños y ligeros (-como una ramita de lilas-,
unas hojas secas entre las páginas de nuestro libro favorito-
o la fotografía de aquél actor que nos hacía soñar).
Diminutos objetos que al final
son sutiles recuerdos de hermosos momentos,
nombres, que al mirarlos,
evocan caras, palabras y sentimientos,
pedazos de aquello que nos dio felicidad y,
aunque el polvo del tiempo acabe envolviéndolo todo,
aunque se pierden en cajas de algún traslado,
o al cambiar los armarios de invierno a verano;
al igual que talismanes, piedras mágicas de un cuento,
reaparecen algún día conservando en su interior,
con más fuerza y más color,
todo el poder que les dio la magia de la amistad,
el cariño de un hermano o tu propio corazón.
TORMENTAS
Esta mañana me desperté pincel,
sonsonete de colores desvaídos.
A través de la ventana
un alba púrpura
escucha los tonos
del otoño que se aleja.
Paso a penetrar las oquedades de la calle
con ímprobas virtudes en el lagrimal;
gusto lo que aparece adyacente
sin que apenas la escarcha se confunda.
Vosotros…
relámpagos de color encubierto,
tomáis los matices del granado
para convertirlo en tormenta.
Sólo aquí, en mis dedos, nacen mezclas
y no será opaca la nueva estación.
PROFUNDAS REALIDADES
Forjo una mirada para salir del camino
sin desgastarme,
sin que el trayecto de la vida
me descubra.
Para esta realidad sólo son necesarios
unos granos de arena
escurriéndose por mis dedos,
una meta que anuncie su cercanía.
Caminaré entre las grietas
y las inquietudes del viento,
sin abatir los testimonios
que salgan a amenazarme.
Pensando en todo ello,
algún día hablaré de ti:
con los árboles,
con el aire,
con las olas.
Les contaré que las espuelas de la vida
dejaron una huella profunda,
una marea demasiado alta
para poder cruzar por ella,
y ensartaré mis garras en salitre.
El tiempo pasa sin esperar,
apenas es un momento recién alumbrado
que tapa los sueños que le cobijan
y se vuelve agua fresca en su secreto.
De forma irracional
la caricia se mantiene abstracta,
la nada se llena de vacíos,
la ausencia
de silencios que gritan
de forma insaciable,
mientras coagula el porvenir
una vértebra tras otra,
un día tras otro, y…
una sonrisa asoma por el pasillo estrecho.
LLEGA EL INVIERNO
Duodécima edición “Nueva poesía Hispanoamericana”
(Viento, campos y caminos… distancia) Alberto Cortez
Se morirán las rosas a partir de mañana,
mi callejero se está volviendo ocre,
en el silencio de aquel portal dormido,
las notas adelantan un blanco de otro ser.
Su presencia me aflige -metáfora en la siesta-
cerrando así los ojos al límite del tiempo.
Otro día será lo que hoy no llegó
y lo que nunca fui, vestirá la distancia.
Cada golpe en los años trae un limón maduro,
un sentimiento arcaico,
un desdén al amor.
Son voces en celeste que acercan el invierno,
helando la ternura con paciente arrebato.
Un cínico vacío contempla así las aguas
y en la nueva insolencia, los sones que no son.
CARONTE
Caronte, fuiste mi amante
en tus brazos yo dormía,
por quedar mi alma en tu barca
en la vida me perdía.
No conseguiste llevarme
a ese infierno en tu deseo,
el día que se despierte
mi alma vendrá de nuevo.
Tan falso como tus brazos
era ese camino triste,
en que a mi cuerpo pedías
el amor que destruiste.
Negro es tu mundo, Caronte,
callado como un calvario,
¿quién eras tú para llamarme,
cruel barquero solitario?
No volveré la cabeza
me quedaré en esta orilla,
mientras mi alma despierta
yo veré como ella brilla.
SONATA DE OTOÑO
Poco a poco. ¿Lo ves?
Llega el Otoño;
una Sonata suave
de hojas caídas. Poco a poco.
Se carga de versos de ausencia,
de caminos perdidos,
de olvidadas sonrisas.
Poco a poco. ¿Lo ves?
Como se despierta el alba,
añadiendo una nueva alfombra
para los sueños,
unas notas de arpa
lentas y bellas. Comienza,
como un regalo
en tonos rojizos,
añadiendo nuevos deseos
para el amor. Poco a poco.
ENTRE RISAS
Todavía bajo tu mirada
permanece mi tormenta sin opresión.
Queda un ansia de mordisquear:
tus dedos,
tu boca,
tus pestañas
indómitas como olas.
Me afirmo complaciente
entre tus brazos,
sin un ápice de cordura.
Peino el aire que resta
entre el árbol y la gota de rocío, y,
suavemente se hace risa tu cara
mirando hacia mi otoño.