Poesía erótica

VARIOS AUTORES

PEQUEÑAS LECCIONES DE EROTISMO

Gioconda Belli

I

Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
Es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
Islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
No es tarea fácil – si placentera –
No creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadas
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas

II

El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
Corregir el rumbo cuando nube huracán o aullido
profundo
Te pongan estremecimientos
Cuenco de la mano que no sospechaste

III

Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos cúmulos nimbus de los pulmones
Niebla en el cerebro
Temblor de las piernas
Maremoto adormecido de los besos

IV

Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído revuélvele la espesa cabellera con la
Espada de fuego usurpada
Muerde la manzana

V

Huele
Duele
Intercambia miradas saliva imprégnate
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos

VI

Escucha caracola del oído
Como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua

VII

Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz

VIII

Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
– el mar como un vasto cristal azogado –
duérmete náufrago.

EL ABRAZO

José Lezama Lima

Los dos cuerpos
avanzan, después de romper el espejo
intermedio, cada cuerpo reproduce
el que está enfrente, comenzando
a sudar como los espejos.

Saben que hay un momento
en que los pellizcará una sombra
algo como el rocío, indetenible como el humo.

La respiración desconocida
de lo otro, del cielo que se inclina
y parpadea, se rompe
muy despacio esa cáscara de huevo.

La mano puesta en el hombro de la mujer.
Nace en ellos otro temblor,
el invisible, el intocable, el que está ahí,
grande como la casa, que es otro cuerpo
que contiene y luego se precipita
en un río invisible, intocable.

Las piernas tiemblan, afanosas de llegar
a la tierra descifrada,
están ahora en el cuerpo sellado.

Comienza apoyándose enteramente,
un cuerpo oscuro que penetra
en la otra luz
que se va volviendo oscura
a penetrar.

Lo oscuro húmedo que desciende
en nuestro cuerpo.
Tiemblan como la llama
rodeada de un oscilante cuerpo oscuro.

La penetración en lo oscuro,
pero el punto de apoyo es ligeramente incandescente,
después luminoso
como los ojos acabados de nacer,
cuando comienzan su victoriosa aprobación.

La mano no está ya en el otro hombro.
Se establece otro puente
que respaldan los cuerpos penetrantes.
Ya los dos cuerpos desaparecen,
es la gran nebulosa oscura
que apuntala su aspa de molino.

Los dos cuerpos giran
en la rueda de volantes chispas.
Como después de una lenta y larga nadada,
reaparecen los cabellos llenos de tritones.

Miramos hacia atrás separando el oleaje
Y aparece el desierto con alfombras y dátiles.
Los dos cuerpos desaparecen
en un punto que abre su boca.

Lo húmedo , lo blando,
la esponja infinitamente extensiva,
responden en la puerta,
abrillantada con ungüentos
de potros matinales
y luces de faisanes con los ojos apenas recordados.

El dolmen que regala los dones
en la puerta aceitada,
suena silenciosamente su madera vieja.

Los dos cuerpos desaparecen
y se unen en el borde de una nube.
La manta, la lechuza marina,
seca el sudor estrellado
que los cuerpos exhalan en la crucifixión.

El árbol y el falo
no conocen la resurrección,
nacen y decrecen con la media luna
y el incendio del azufre solar.

Los dos cuerpos ceñidos,
el rabo del canguro
y la serpiente marina,
se enredan y crujen en el casquete boreal.

DÉJAME SUELTAS LAS MANOS

Pablo Neruda

Déjame sueltas las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.

La pasión -sangre, fuego, besos-
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tu no sabes lo que es esto!
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.

Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y está aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libres las manos
y el corazón, déjame libre!
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!

No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias, acercamiento delo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste-
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte!

 

Oliverio Girondo

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.

MADRUGADA

Eduardo Carranza

Me despierto de súbito.
Mi sangre se despierta
y pregunta por ti,
por la fiebre que ondula
en tus cabellos ebrios, en tu piel.

Se desborda el espejo
y hecho río
corre a buscar tu imagen.

A esta hora tus brazos
serán dos ramas de amoroso sueño
de donde brotan flores
y hojas dormitan.

En el tejado arrullan las palomas.
Te persiguen mis cinco lebreles corporales.

 

RUBÉN DARÍO

AMO, AMAS

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo.

Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

 

ANA ISTARU

Ahora que el amor
es una extraña costumbre,
extinta especie
de la que hablan
documentos antiguos,
y se censura el oficio desusado
de la entrega;
ahora que el vientre
olvidó engendrar hijos,
y el tobillo su gracia
y el pezón su promesa feliz
de miel y esencia;
ahora que la carne se anuda
y se desnuda,
anda y revolotea
sobre la carne buena
sin dejar perfumes, semilla,
batallas victoriosas,
y recogiendo en cambio
redondas cosechas;
ahora que es vedada la ternura,
modalidad perdida de las abuelas,
que extravió la caricia
su avena generosa;
ahora que la piel
de las paredes se palpan
varón y mujer
sin alcanzar el mirto,
la brasa estremecida,
ardo sencillamente,
encinta y embriagada.

Rescato la palabra primera
del útero,
y clásica y extravagante
emprendo la tarea
de despojarme.
Y amo.

 

No está sentado a la derecha.
No me prohíbe ni me arrastra ni me encierra.
No tuvo un látigo, no sabe de la cuerda.
No prende al negro.
No sucumben sus pies en unas botas.
No juzgaría a aquel gorrión innecesario.
No lo humilla el viaje a la cebolla.
No puede hacer su flor bajo el tirano.

Vino a este sitio del sudor como nosotros.
Me trajo las dos alas.
Esa bala que fue hasta el transeúnte lo parte amargamente.
Su corazón se raja como un cántaro en la guerra.
Pone a parir la luz sobre su lienzo.
Está dorando el ajo como un astro.
Vive de pie a la izquierda ahora y en la hora.
Desde entonces no salgo de la estación del celo.

 

Siglo XV

QUELQUE POVRE HOMME

Quelque povre homme que je soye
Se ma dame tenir povoye
Entre mes bras, dedens ung lit,
J’abandonne qu’on me pendist
Si bien tost sa grace n’avoye.

Mes cinq sens je travailleroye
Par tel estat que je feroye
La plus part de son appétit,
Quelque povre homme que je soye.

S’elle a chaleur, je l’estaindroye;
S’elle a froit, je l’eschaufferoye
Par ung tres gracieux delict.

Je sçay où le mal d’amours gist
Aussi bien que nul que je voye,
Quelque povre homme que je soie.

AUNQUE YO SEA

Aunque yo sea un pobre diablo
Si a mi amada entre mis brazos
Tener pudiera, y en la cama,
Que me ahorquen si de mi dama

La gracia no obtengo en el acto.
Mis sentidos trabajarían
De modo tal que colmarían
Su apetito en alto grado
Aunque yo sea un pobre diablo.

Si hubiera calor, la enfriaría,
Si frío, la calentaría
Con delito de noble clase.

El mal de amor sé bien do yace
Igual que cualquier otro humano.
Aunque yo sea un pobre diablo.

Atribuida a Quevedo

Alzó Venus las faldas por un lado
de que herrero sucio, enternecido
por el botín que descubierto vido,
quiso al momento dársele cerrado.

Arrojó las tenazas denodado,
lleno de tizne y, del hollín vestido,
tentó la hornaza do salió Cupido,
y echó las bragas y el mandil al lado.

Sintióse Venus porque tal hacía,
y al defenderse tuvo manos mancas
al ajo y al queso, de que fue gustando,

hasta que en acabando dijo la puta:
«Bien está lo hecho,
que no cabe en un saco honra y provecho».