En el tiempo de los poetas libres,
el camino que va por el río se hace cargo del corazón;
no le dice a nadie lo que no dijo jamás:
que el poeta sufre por la sin razón del mundo,
que el poeta llora por el maltrato humano,
que el poeta ríe si nace una flor…
El infortunio es como un cáncer que devora a la humanidad.
Ofrecería un insulto prolongado a todos aquellos
que nunca hacen, ni hicieron nada –estando a su alcance-
por aliviar tantas penurias.
¿volverá aquél barquero indecente a guiar los pasos del hombre?
Miles de imagenes van cayendo rotas al agua.
No se dan cuenta de que estamos de paso,
(ida y vuelta, o vuelta e ida) eso nunca se sabe.
Llamamos a las puertas de la oferta y la demanda
ausentes de nosotros mismos y,
nos alcanza el espacio la palabra…
Por eso, es tiempo de poetas libres,
de ver y llamar a cada cosa por su nombre;
de hacer entre arpegios insonoros
con cada insulto que nos lanzan pensando:
“que somos tontos”
mientras el desconcierto se pierde en las formas.